Conjeturando para que funcione

En estos días se cumple el 129 aniversario de la publicación de los resultados de un experimento que, nada menos, demostró que la física se equivocaba y era necesario un replanteamiento general de toda la teoría. Fue un hecho trascendental en su momento que obligó a tomar nuevos rumbos y a que los hombres escudriñaran su ingenio en busca de nuevas teorías. El fracaso de este experimento que nos obligó a crecer, no podía pasar desapercibido de este blog, sobre todo, cuando parece que estamos cayendo de nuevo en conjeturas que no pueden verificarse.
Pero entremos en materia. A finales del siglo XX, Maxwell, un eminente científico, describió que la luz era una onda y que como todas las ondas necesitaba un medio por donde moverse (igual que las olas van sobre el mar o el sonido sobre el aire). Era un medio que lo cubriría todo, porque la luz se propaga obviamente por el espacio. Así que este medio, necesario para cumplir las teorías vigentes en esa fecha de propagación de ondas, era onmipresente y además difícilmente medible. Era una conjetura útil y no había ninguna evidencia del mismo.
Como ese medio tenía cierta similitudes al conjeturado por Aristóteles, se le dio el mismo nombre, éter. La teoría del éter era relativamente simple: una especie de fluido muy fino y con particularidades que lo hacían casi imperceptible. Vamos, era un fluido creado ad-hoc, para cubrir una necesidad teórica para explicar el comportamiento de la luz.
Con esto, en 1887, dos científicos americanos pensaron cómo podían analizar el comportamiento del éter. Albert Michelson y Edward Morley, eran en ese momento desconocidos y poco reputados, pero diseñaron un experimento en el que, analizando dos haces de luz perpendiculares que tuvieran exactamente la misma distancia recorrida, se podrían detectar diferencias en ellos relativas al comportamiento del éter sobre esos haces de luz. El experimento fue un desastre. Mejor dicho, no fue un desastre, sino un fracaso: el resultado fue que los haces de luz eran exactamente iguales y por lo tanto, no podía considerarse que el éter fuera una teoría válida. Quedaba descartada la existencia del éter y se abría un terrible vacío en la teoría de la física.
Pero ese experimento llegó a manos de un señor llamado Einstein, que rellenó el vacío teórico que se había creado con la Teoría de la Relatividad. Ya no hacía falta el éter, ya había explicación al movimiento de la luz.
Sin embargo, el hombre es terco. En 1932, Jan Oort descubre que el movimiento de las estrellas dentro de la Vía Láctea es mucho más rápido de lo que debería ser con la masa de las estrellas. Años más tarde se analizan resultados similares analizando el movimiento de los brazos de la galaxia de Andrómeda. En 1933 un científico muy inteligente, pero excéntrico del Instituto de Tecnología de California, analizando sus resultados de observación directa, detectó el mismo problema en el Cúmulo de Coma. Y conjeturó. Pero era demasiado excéntrico para ser tenido en cuenta, así que se le ninguneó. Su nombre, Fritz Zwicky.
Fue olvidado durante más de 40 años, pero los resultados de los análisis de los datos obtenido en las mediciones astronómicas daban siempre el mismo error. La velocidad de movimiento de los cuerpos celestes era mucho mayor de lo que debería ser por la masa que tienen. Y cuarenta años después, alguien se acordó de la conjetura de Zwicky y la volvió a poner encima de la mesa. Había sido creada, oficialmente para la ciencia la Materia Oscura.
La materia oscura (o energía oscura, algo más avanzado sobre la misma teoría) es sólo una conjetura que sirve para cuadrar los datos observados con los datos que las ecuaciones nos ofrecen. Las observaciones nos llevan a que el universo debe tener una masa muchísimo mayor de lo que las teorías científicas soportan. Realmente es que apenas podemos justificar el 1% de la masa del Universo: se mueve mucho más rápido de lo que se debería mover y para ello, para esa masa que falta, la materia oscura es útil. Evidencias indirectas le llaman.
En cualquier caso, la materia oscura no se ha medido, no se ha tenido ninguna referencia directa de ella, no ha podido ser observada. Simplemente, es un elemento que hace cuadrar lo que se observa con las ecuaciones. Exactamente igual que se hizo con el éter. Quizás, dentro de unos años aparezca un Michelson y un Morley que demuestren si la materia oscura no existe o no. O quizás mejor, puede que aparezca otro Einstein que de un pasito más y justifique el movimiento acelerado observado, sin necesidad de materia oscura. En los dos casos, se demuestra que la materia oscura puede cambiarse por materia gris. Como en la vida misma.

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